Le doy bienvenida al cese rotundo de la vida.
Al crecer la flores y al calor del sol.
Traigo conmigo cada imagen macabra que dulcemente
se ha acomodado en mi cabeza causando en mí una gran dolencia.
Le doy también una hipócrita acogida al callar de las palabras.
Estad atentos pues ésta, es al parecer, mi última carta. Estad atentos; puede que esté promulgando la despedida más larga y tediosa de mi existencia.
Es imposible para mi alma mirar sin reconocer aquel sobrio tono de sus palabras
es casi inútil caminar sin recordar los sucesos de manera vívida.
¿Es verdad que he estado perdido en tu memoria? ¿Es verdad que las reminiscencias de mi infancia no me han dejado dormir en largo rato?
Estoy intoxicado por la pútrida levedad de aquellos vocablos que emites y el contundente vacío en tu corazón al vomitarlas.
He de escapar de el peso atenuante sin embargo a diario lo busco para sentir algo desemejante al tedio, al letargo de vivir sin escribir y ser leído.
Renuncio a toda felicidad próxima si he de dejar este arte de expresarme.
El éxtasis de hacer catarsis mediante palabras confusas y mal escritas.
Renuncio a todo y a la nada. Viviré al borde de mis errores abismales.
Reviviré junto a las palabras jamás pronunciadas y a los amores negados, una vez más.
Oh Regocijo falso es el amor; que florido me roba el habla. Oh rosa maldita que es el cariño hacía un prójimo ya vendido por sus acciones incorregibles.
Anhelo insistentemente ensalzar las palabras altamente necias dichas por sabios anónimos, que en busca de paz han otorgado todo remoto reconocimiento al plagio.
He sido digna de un buen festín de palabras, palabras que excitan mi ser a un punto indecible, indescifrablemente tóxico
.
Quien vive a merced de los consuelos en silencio y tranquilidad hoy ha de ser condenado a vivir de palabras simuladas y falaces.
Viviré en una quimera de palabras interminables y fantásticas, así esto determine mi muerte en esta sociedad permisiva y corrupta.
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